Las corrientes morales han variado muchísimo en el transcurso del tiempo, pero hay algo que perdura desde tiempos remotos de la humanidad a través de los hombres, o tal vez de unos hombres concretos que el resto de conciudadano les otorgan el crédito de la verdad, de la justicia (todavía hoy en día la institución del jueces de paz conserva esta estigma).
En Toloriu, como en muchos pueblos de l’Alt Urgell había la costumbre que cuando se compraba un caballo u otro animal de transporte, evidentemente estamos hablando de hace bastante tiempo, antes de que el animal entrase a la nueva casa, un familiar del comprador, normalmente una mujer, iba a casa de un vecino y le pedía un trozo de pan “por amor de Dios” de la misma forma que lo haría un pobre. El animal, en la puerta de la casa, se comía este pan delante y no entraba a la cuadra hasta que no se había acabado el pan.
Este ritual, este gesto, hoy en día parecería incomprensible, pero ilumina un conjunto de creencias que es necesario sistematizar per volverlas comprensibles y así entender que la bondad de una forma de vida se difunde en todos los actos de la vida, como la bienvenida a un ser que nos ayudará en la vida cotidiana.
Pero todavía retrocedemos más, allá hacia el año 1000 cuando en la Cerdanya tenían por conde a Guifré II (Wilfredo II), entonces los actos criminales se multiplican los motivos por los cuales se luchaba cambian, ahora está en juego la valoración de la tierra, la posesión de los castillos. Como suele pasar las primeras víctimas de esta nueva situación son las mujeres y los niños y por contra se refuerza la protección de los linajes; incluso dentro de la Iglesia la simonía se desarrolla igualmente como las prácticas violentas del alto clero. El poder político no detiene la violencia, ya que la muerte el 1017 del conde Ramón Borrell creó un vacío político. En Barcelona los poderosos son incapaces de hacerles frente. Se libran las primeras guerras privadas donde las fortalezas y las tierras cambian de mano a nuevos nobles que se atreven a enfeudarlas. Igualmente la justicia se ha vuelto banal, la práctica del “juicio de Dios” se extiende; la justicia se ejerce cada vez más a nivel de señoríos, mientras que la gran justicia es cada vez más feudal.
Los vínculos entre los poderosos son sellados por documentos llamados “convenentiae”: se trata de compromisos recíprocos negociados libremente los cuales pueden referirse a las reglas de los temas sucesorios, la división de herencias, los contratos de esponsales, etc.
Un nuevo tipo de guerrero nace en esta época llamados fideles o homines, alimentados y equipados por el amo. Los castillos son confiados a guardias llamados castlans: que dirigen una tropa de hombres a caballos. La hueste u obligación feudal de combatir por su señor se generaliza.
El cambio feudal obtiene todo su sentido entre 1041 y 1059 cuando el contado de Barcelona es preso de luchas acervadas. Durante todo el período se desarrolla una rebelión que, bajo la dirección de un potente magnate, Géribert, subleva una gran parte de la ’aristocracia contra el conde Ramón Berenguer I y pone en tela de juicio hasta el principio mismo de la autoridad pública.
Es en este contexto que nacen los “buenos hombres” los boni homines, aquellas personas respetadas, con tierras de propiedad, que forman parte de un Tribunal de Justicia y que no hay que confundirlos con los escabinos que ya ejercían en tribunales desde tiempos de Carlomagno.
Los hombres buenos –hombres libres- no tenían la obligación de ocupar sitio en los juicios. Pero mantenían el derecho de hacerlo, y podían concurrir conjuntamente con los escabinos (que estos si tenían plaza fija), los dos con el mismo título y poder.
El trabajo de los Buenos hombres como personas de prestigio de la comunidad era dividir y marcar límites de parcelas, dividir los bosques, estimar el valor de les tierras, decidir alrededor de la posesión de propiedades, mediar en conflictos y vigilar el cumplimiento de las decisiones. Estos boni homines también ejercían una cierta autoridad dentro de la comunidad agrícola, actuando como feudatarios de transacciones de bienes inmuebles y de contratos entre los agricultores.
La baronía de Toloriu, como todos los pueblos catalanes, ha tenido pleitos que al final fueron resueltos per el Buen Hombre del momento; de estas resoluciones pocas han quedado recogidas en documentación que esté a nuestro alcance, pero el buen hacer de estos hombres y su imparcialidad fue reconocida por los condes de Cerdanya que en disputes fuera de la población solicitaba su colaboración.
Vale la pena citar como ejemplo que el 1076 los buenos hombres mediaron en un esfuerzo cooperativo entre los agricultores para la construcción de obras de infraestructuras, molinos y puentes entre los habitantes de Bar y Toloriu.
((Texto adaptado al catalán contemporáneo del texto de Font Rius, “Origenes”, doc.1, pp 552-553) que no se traduce ya que es el documento que figura en el archivo)
Lleis de Pau de dos pobles Urgellencs
(1 de abril de 1076)
Acords dels pobles de Bar i de Toloriu
Sota el nom sagrat de la santa i indivisible Trinitat, tota la gent que viu al poble de Bar i al poble de Toloriu desitgem portar al coneixement de tota la gent, ambdós presents i futurs, que una gran discòrdia ha esclatat entre el comte d’Urgell i el comte de Cerdanya.
Per tant, temorosos i angoixats a causa de la seva guerra, pel fet que nosaltres en tant que habitants pròxims, no siguem immersos en el desordre i desposseïts de quasi tot el que tenim, nosaltres proveirem tant bé com puguem de tal manera que tots nosaltres i nostres successors siguin sempre segurs i lliures de totes les pors i imperturbats per les hostes Urgellenques. I anant a baix a l’església santa Maria la mare de Déu, hem vingut davant el senyor comte d’Urgell, a saber Ermengol, i davant del senyor bisbe Bernat que havia vingut fins allí amb molts dels seus millors homes. Demanem que ens concediren a nosaltres i a tota nostra descendència una pau i una treva de tal manera que a partir d’ara no cometran cap mal contra nosaltres. I degut a aquesta Pau i Treva construirem aquest pont de Bar i anivellarem tot el camí des de la posta d’Aristot fins al riu que s’anomena Riutort.
A més, quan van haver escoltat la nostra petició i considerat la nostra promesa, es va esdevenir per la voluntat de Déu que ells lliurament i sincerament van concedir-nos-ho a nosaltres i a Déu el que els havíem demanat, i nosaltres, als homes abans esmentats dels abans esmentats pobles [3 noms]…juntament amb tots els altres grans homes del poble de Bar i nosaltres [2 noms]… juntament amb tots els altres grans homes del poble de Toloriu, ens comprometrem i prenen l’acord davant del Nostre Senyor i la seva Santa Mare de la seu de Vich i davant del compte Ermengol, el bisbe Bernat i tot el col·legi de canonges que nosaltres i tota la nostra descendència a partir d’aquesta hora farem l’esmentat pont de Bar sobre el riu Segre i anivellarem l’abans esmentada carretera entre cadascun dels esmentats límits per tal que tots els qui hi passin a través d’una ruta recta que vulguin viatjar pel camí i creuar el riu ho puguin fer sense cap ofensa i que així sigui mentre la humanitat habiti el món.
Se refiere al conde de Urgell Ermengol IV (1066-1092) y al conde de Cerdanya Guillem Ramon (1068-1095).
El Riutort que se referencia es uno de los pequeños torrentes que desemboca al rio Segre más arriba de la Seu d’Urgell.
Hay que añadir que Ermengol, obispo de La Seu d’Urgell, ordenó construir un puente sobre el Segre en el lugar conocido ahora como puente de Bar, pero malogradamente Ermengol, el obispo santo, murió en el año 1035 al caer al Segre mientras visitaba las obras del puente que el m ismo había ordenado construir sobre el rio Segre, puente que fue destruido en la guerra de los dos condados y que por fin fue nuevamente construido en el 1076 i acabado el 1077 y que duró hasta las riadas del 1982.
Para ser fieles al documento de “Paz y Tregua”, de que el puente se haga servir “mientras la humanidad habite el mundo”, las autoridades tendrían que reconstruirlo y mantener en pie los pocos restos que aún quedan del patrimonio del Baridà,